Ya pasaron unos cuantos años desde el último equipo de baloncesto que tuve la oportunidad de entrenar. Aquello aconteció en la primera liga de baloncesto femenino en España, allá por la temporada 2009-2010, como preparador físico (PF) y en, para mi algo más que un club, el Celta de Vigo de baloncesto. Desde esa fecha…

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Quo Vadis preparación física (en baloncesto)

Ya pasaron unos cuantos años desde el último equipo de baloncesto que tuve la oportunidad de entrenar.

Aquello aconteció en la primera liga de baloncesto femenino en España, allá por la temporada 2009-2010, como preparador físico (PF) y en, para mi algo más que un club, el Celta de Vigo de baloncesto.

Desde esa fecha no volví a trabajar como PF en el baloncesto de competición, aunque me mantuve y me mantengo todavía muy atento a cómo se aplica el entrenamiento físico de los jugadores y de las jugadoras de baloncesto en su proceso general de entrenamiento.

Todo ello observando de manera especial cómo se producen las dinámicas de trabajo y la coordinación imprescindible entre todos los miembros que configuran los grupos técnicos de los diferentes equipos, según sus roles y responsabilidades.

Lamentablemente a las conclusiones a las que voy llegando con este análisis no son muy alentadoras, detectando en la preparación física del baloncesto de competición actual fundamentalmente tres problemas principales.

El primer problema se centra en el nada nuevo escaso reconocimiento profesional de los PF en el mundo del baloncesto de competición. Incluso algo que se produce de manera sorprendente entre los/las PF que trabajan en las grandes ligas y con equipos que en muchos casos manejan presupuestos de varios millones de euros.

Después de participar en el primer congreso ASSEPREB celebrado en Madrid en 2019 pude constatar la tremenda y terrible precariedad en el trabajo de muchos PF en el ámbito del baloncesto profesional.

Salvo en equipos o clubs muy puntuales, el trabajo desarrollado por muchos de los PF en el baloncesto de competición son retribuidos con salarios bajos y, quizás lo más grave, con salarios muy por debajo de los salarios promedio, tanto de los jugadores/as como de los otros miembros del equipo técnico.

Resulta obvio decir que la responsabilidad de los y las PF en el baloncesto de competición es grande.

Básicamente al PF se le pide que los jugadores/as durante la temporada alcancen y mantengan la forma física imprescindible para rendir al máximo nivel en la competición, además de reducir todo lo posible el riesgo de las lesiones prevalentes en este deporte.

Que un PF pueda hacer bien su trabajo impacta de manera significativa en la parte financiera de un equipo; revalorizando o depreciando el valor económico de los jugadores/as y técnicos, además de optimizar el presupuesto para la temporada. Por ello no parece muy inteligente ese escaso reconocimiento salarial a la figura del PF y que tanto predomina en la inmensa mayoría de los equipos y clubs de baloncesto.

Este problema de salarios bajos y poco ponderados está echando del mundo del baloncesto profesional a muchos PF con alto conocimiento y experiencia. En este momento me vienen a la cabeza infinidad de nombres.

La obligación personal de mantener la dignidad en el trabajo además de la necesidad humana de abrirse un camino profesional con menor precariedad y desequilibrio explican en gran medida este fenómeno.

¿Y los que todavía resisten? lo hacen con un gran esfuerzo y generosidad, tanto hacia los jugadores/as como hacia los entrenadores/as. También me consta.

El segundo problema se sitúa en cual es la auténtica realidad del trabajo que desempeñan los PF en los equipos de baloncesto profesionales. En particular sobre las enormes dificultades que los PF encuentran en algunos de los equipos para poder implementar un proceso de entrenamiento racional, individualizado y mínimamente fundamentado en conocimiento y método científico.

En concreto las dificultades de los PF en los equipos se centran en el reto de desarrollar procesos de entrenamiento con escasa coordinación y sin la participación real y efectiva de todos los miembros del staff técnico que tienen una responsabilidad definida en la planificación y el control del entrenamiento de los jugadores/as que conforman el grupo.

Tradicionalmente en el baloncesto de competición el entrenamiento de los jugadores/as y equipos se apoya casi exclusivamente una preparación técnico-táctica muy minuciosa y exhaustiva. En esta línea, el problema surge cuando prácticamente la totalidad del tiempo de entrenamiento se invierte en desarrollar únicamente el componente técnico-táctico del juego, en la mayoría de los casos sin control de carga física y olvidando que hay otro tipo de tareas a realizar fuera de la pista y que además resultan indispensables para poder alcanzar el máximo nivel de rendimiento en los partidos de alta exigencia.

Se debe subrayar que los procesos de entrenamiento deberían estar fundamentados en ciencia y, también como en ciencia, los entrenadores/as y PF deben trabajar en equipo, y por consiguiente de manera metódica y coordinada.

Por último, y probablemente como consecuencia de todo lo anterior, el tercer problema que identifico lo definiría como lo que a mi juicio supone una adaptación excesiva y en muchos casos ineficiente de la metodología de preparación física a los idearios y a los criterios de preparación, en ocasiones poco fundamentados, de algunos responsables técnicos e incluso de determinados jugadores/as de un equipo.

Es desolador como a muchos PF en activo se les reducen sus posibilidades de intervención en los procesos de entrenamiento a los calentamientos y a las partes finales de la sesión, supeditado todo ello a la carga que surja en la parte principal de desarrollo técnico-táctico de la sesión de turno. En muchas ocasiones, sin control ni intenciones claras.

Aunque lo más grave quizás sea la creación de una “nueva preparación física”, mutilada e ineficaz que va surgiendo e incluso imponiéndose, al hilo de todos estos condicionantes.

Solucionar estos problemas no será tarea fácil, de hecho quizás estemos igual (o peor según se mire) que en 1987, año que terminé mi carrera y me puse manos a la obra como preparador físico, en el Celta masculino de lo que sería actualmente la LEB oro, pero eso ya sería historia para contar en otra ocasión.

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